lunes, 25 de julio de 2011

ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE SANTIAGO DEL ESTERO



TRES HOMBRES



DIEGO DE ROJAS
(La conquista)

 
 
 
Ojos velados, aliento postrimero,
el hombre mira
sin ver la vida que se ausenta.
Diego de Rojas,
viviendo está su propia muerte.

¿Que indescifrable voluntad
lo trajo desde el norte?
Trapalanda es nada más que un espejismo
y el país de los Césares tan solo una quimera.

El sol de Maquijata se descuelga
en copiosos reflejos escarlata,
más el hidalgo errante apenas tiene sombras;
su perverso azar es una flecha envenenada.

Medellín es desvarío insuficiente;
el solar tonocotés se regocija;
la tierra mancillada celebra su venganza.



JUAN NÚÑEZ DE PRADO
(La fundación)





La luna se refleja en los esteros;
el gemido lastimero del kakuy
atraviesa el silencio y sobrecoge el alma.

El río se desplaza indiferente
y Badajoz es un recuerdo nostalgioso.

Mientras vela las horas, jubiloso,
Núñez de Prado se burla de su karma.

Cuando el alba resucite desangrada,
lejos de Quiri Quiri y de los Quilmes,
más acá de Tucma y de los Lules
la Ciudad del Barco tendrá nueva morada.



FRANCISCO DE AGUIRRE
(El traslado)





Mientras avanza, combativo y fiero,
por los montes tupidos y espinosos,
Don Francisco de Aguirre, ensimismado
medita sus herméticas razones.

La caravana penosa que lo sigue
con esfuerzo asombrado se desplaza
cargando lo que queda de la aldea.

El incendio brama a sus espaldas.

El trayecto es corto, media legua escasa
alcanza para cumplir con el designio.

El hombre poderoso lanza el grito
y la gente comienza la tarea.

Por unos cuantos palmos más de tierra,
por trozos de poder o por la gloria,
este hombre sin recato y sin prudencia
gustoso escribirá una nueva historia.