domingo, 14 de febrero de 2010

NUEVO CUENTO

Mujer misteriosa (Imagen tomada de Internet)

BAILANTA
-Esa mina es nueva por aquí – dice Franco
-Si - coincide Martín - Es la primera vez que la veo.
-Tiene un físico impresionante
- Más o menos… Además es tan paliducha que da miedo
-Tiene un lomo espectacular y se mueve como una diosa
-A mi me parece que tiene cara de muerta – concluye Martín y da por finalizada la conversación.
La fiesta está en su apogeo. Las guarachas, chamamés y pasodobles llenan la noche de verano en los suburbios de la pequeña localidad. El animador, con voz impostada, incita de manera desmedida a continuar el frenesí de la danza.
Franco ha bebido más de la cuenta. Se siente extraño. Sus ojos enfocan de nuevo la figura femenina que mueve sus caderas con cadencia sensual y sugestiva. La mujer baila sola en medio de la multitud. Eso atrae aún más a Franco. A los tropezones camina hacia la pista y toca el hombro de la mujer. Ella se da vuelta sonriendo de manera enigmática y sus movimientos se exacerban hasta parecer eróticos y libidinosos. Un extraño escalofrío sacude a Franco. No es el rostro pálido y etéreo ni la sonrisa irónica lo que impresiona; es su mirada… una mirada color púrpura que parece ver el más allá.
-¿Querés bailar? – pregunta desafiante – ¿Te animás?... Se me ocurre que no te da el cuero.
-Movete muñeca que yo me las arreglo.
Baila moviendo apenas sus pies sobre la pista mientras sus sienes laten y él se siente aturdido. En un momento tropieza pero la mujer lo sostiene de manera firme.
-No te hagás el loco que estás hasta las manos. Lo único que vas a conseguir es cagarte de un golpe.
La mujer baila cada vez más enardecida y la mente de Franco se obnubila.
-Salgamos de aquí – pide el hombre – vayamos a otro lado.
-¿Estás seguro?... Mirá que conmigo podés conocer que mierda es el infierno.
El sonríe canchero y la toma del brazo. Martín, que sigue prendido a la cerveza ni siquiera se da cuenta de la partida de su amigo.
Cuando salen a la calle un nuevo estremecimiento preocupa a Franco. Su sexto sentido le dice que algo no anda bien. Al instante siguiente deja de lado sus miedos y se prepara para vivir su gran noche.
¡No puede creerlo!
Mientras recorre las calles tortuosas de la villa detrás de la hermosa mujer, observa la generosa turgencia de sus glúteos y las perfectas piernas. El vestido se adhiere obstinado al magnífico cuerpo, haciéndola más bella y más impúdica.
Por momentos siente un dejo de irrealidad. Su cerebro, a punto de estallar, vaga indeciso entre las fantasías del goce próximo y la realidad de no poder explicarse cómo ha logrado conquistarla.
La casilla de lata donde vive Franco es pequeña pero a ella parece no importarle. Apenas llegan, se recuestan en el catre
-¿Estás asustado? – Pregunta de golpe la mujer - ¿Tenés miedo de algo?
-No veo por qué – miente él sin convicción.
-Con la cara que tenés – vuelve a atacar sabiéndose dueña de la situación - pareces un pollo mojado... Tembleque y ansioso.
-Es una impresión equivocada – se defiende Franco.
Ella queda en silencio un largo rato. Franco nota que le tiemblan las manos. “Tengo que serenarme” se dice “Si llego a arruinar una ocasión como esta me enyeto de por vida”.
Un poco más sereno comienza a besarla; primero de manera tímida pero, a medida que ella responde, sus caricias se hacen más atrevidas. Durante una eternidad continúan abrazados besándose.
De pronto Franco nota algo en la mirada de ella pero ya es tarde. Siente un dolor lacerante en el cuello mientras la mujer ríe a carcajadas.
Las pupilas desorbitadas del hombre registran la escena en un relámpago breve y eterno, mientras su mente, huérfana de cualquier otro pensamiento, dibuja el inesperado final de la historia.
Un rato más tarde, en la bailanta, Martín que ya está tan borracho como su amigo junta coraje y encara a la mujer. Ya no la ve tan pálida y el movimiento de su cintura lo enloquece. Está tan obnubilado que ni siquiera se acuerda de Franco.
La mujer de vestido negro y rostro desvaído ondea sin pudor sus caderas mientras una sonrisa misteriosa se instala en su boca.